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¿Existen computadoras con cerebros reales?

La bioinformática es una disciplina que proyecta la creación de computadoras con cerebros pensantes.

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En medio del vertiginoso avance de la investigación en inteligencia artificial generativa, un selecto grupo de científicos a nivel mundial ya está inmerso en la próxima gran frontera: la bioinformática, una disciplina que proyecta la creación de computadoras con cerebros reales.

Los actuales modelos de inteligencia artificial (IA) se apoyan en redes de unos cuantos cientos de millones de neuronas, las cuales son simplificadas al extremo y demandan una ingente cantidad de energía para su funcionamiento.

En contraste, el cerebro humano utiliza considerablemente menos energía para establecer conexiones entre sus casi 90 mil millones de neuronas. Los expertos estiman que si las empresas de IA actuales intentan igualar el número de conexiones presentes en el cerebro humano, requerirían el rendimiento de una central nuclear.

Este desafío se origina en el hecho de que los modelos generativos de inteligencia artificial son artificiales por naturaleza y dependen de electricidad para la comunicación entre neuronas. La bioinformática, en cambio, propone un cambio de paradigma fundamental al emplear neuronas biológicas reales.

Fred Jordan, CEO y cofundador de Final Spark, describe esta iniciativa como el comienzo de una auténtica revolución. En 2014, él y el Dr. Martin Kutter fundaron una de las primeras empresas de bioinformática del mundo. En la actualidad, esta empresa se encuentra entre las tres corporaciones líderes en el campo, junto a Cortical Labs en Australia y Koniku en Estados Unidos.

Los bioordenadores son dispositivos que hacen uso de neuronas vivas capaces de razonar de forma análoga a los seres humanos y generar ideas sin depender exclusivamente de su propia experiencia. Este enfoque marca una diferencia notoria con respecto a programas de IA como ChatGPT, que solo pueden ofrecer respuestas basadas en el conocimiento contenido en su base de datos.

El equipo de Jordan trabaja con neuronas obtenidas mediante una técnica desarrollada hace 15 años, que convierte células de la piel humana en células madre y, posteriormente, en neuronas.

A medida que las investigaciones avanzan, queda por ver si estas máquinas neuronales superarán el desafío final: engañar a los humanos con un pensamiento indistinguible del nuestro.