La “inmortalidad” ya es una realidad con la inteligencia artificial
El avance de la IA ha permitido resucitar digitalmente a seres queridos, generando beneficios, pero también múltiples dilemas éticos.
El deseo de inmortalidad ha acompañado a la humanidad desde tiempos ancestrales, y hoy, la inteligencia artificial (IA) ofrece una nueva manera de prolongar la presencia de personas que han fallecido. A través de la creación de avatares, bots y réplicas digitales algunas compañías han logrado crear una experiencia conversacional, imitando movimientos y voces de los seres queridos.
La tecnología que hace posibles estas interacciones ha encontrado un público amplio y dispuesto, particularmente en países como Corea del Sur, donde empresas han ido más allá al implementar hologramas y dispositivos de realidad virtual para crear momentos significativos y “reunir” a los familiares con aquellos que han fallecido.
Varias empresas están a la vanguardia de esta tendencia, ofreciendo servicios que permiten a los usuarios interactuar con versiones digitales de sus seres queridos. Here After, por ejemplo, ha desarrollado un chatbot que simula conversaciones con personas fallecidas, utilizando datos recopilados durante su vida, como mensajes de texto y grabaciones de voz.
En Corea del Sur, la firma HoloLife ha avanzado en la creación de hologramas interactivos de personas queridas, brindando una experiencia inmersiva que permite revivir momentos significativos. Por su parte, la empresa china Silicon Intelligence ha generado un gran interés con su servicio de inmortalización digital, que crea réplicas virtuales a partir de imágenes y grabaciones, permitiendo a las familias mantener un vínculo emocional incluso después de la muerte.
Sin embargo, los especialistas señalan que esta tecnología, aunque útil para algunas personas, puede complicar el proceso de duelo para otras. Los psicólogos advierten que interactuar con una réplica digital de un ser querido podría prolongar el proceso de aceptación de la pérdida y generar una dependencia emocional hacia estas representaciones. Además, el riesgo de desarrollar una ilusión de “vida” donde ya no existe puede ser traumático para ciertos individuos, quienes pueden experimentar un conflicto emocional entre la realidad y la simulación.
Un aspecto adicional es la posibilidad de que estas aplicaciones se conviertan en herramientas lucrativas que no necesariamente prioricen el bienestar emocional de sus usuarios. Esto plantea el interrogante sobre si realmente se busca honrar la memoria de los fallecidos o si las empresas están explotando el dolor de las personas. Además, no existe una regulación clara que controle el desarrollo de estas tecnologías ni que limite el uso indebido de datos sensibles.
La conversación en torno a la inmortalidad digital no es nueva, pero la velocidad a la que avanza la IA la ha llevado a primeros planos, afectando nuestra forma de entender el duelo. Las implicaciones de estas aplicaciones podrían redefinir la manera en que la sociedad enfrenta la pérdida, destacando la necesidad de abordar este tema con responsabilidad y ética.